
"Fui un adolescente profundamente romántico, que se enamoraba como los seres de las novelas románticas, y al mismo tiempo gozaba y sufría extraordinariamente con esos amores, que eran siempre muy apasionados y que yo vivía de una manera mucho más dramática, trágica, de lo que eran en la realidad.Y en mi vida, el amor es algo muy importante: es y ha sido un gran apoyo para trabajar, para escribir, para tomar decisiones. (...) Desde que yo era muy joven empecé a sentir una serie de reservas frente a la religión, porque la religión combatía lo que a mí me parecía respetable, que era el deseo. "
"Esta es una fuente de enriquecimiento para el hombre. Y así como no soy una persona que esté a favor de la promiscuidad, por ejemplo —porque creo que ella abarata el sexo y envilece la experiencia sexual—, en cambio estoy por la defensa intransigente del deseo. Entonces, su condena, su represión, su abolición ética o religiosa es algo que desde muy niño —al principio de una manera muy confusa, luego de una manera más razonada— me llevó a cuestionar la religión. Creo que los hombres tienen derecho al placer, que el placer es algo muy respetable y defendible en toda su extrañísima diversificación, complejidad, matices y variantes, que tienen que ver con la complejidad misma del ser humano".
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